Minuto uno. Habitas en el recuerdo solamente. Me abrazas, me desnudas. Eres tú. Sola: independiente a mí, corriendo por mi saliva. Solo en la memoria. Minuto uno: me liberas.
En el segundo minuto te encargas de existir entre caricias y sueños. Entre ardor y laberintos. Te encargas de existir inundada en egoísmo. Mi cuerpo aparenta ser tan solo un juguete. Tuyo, tan tuyo.
Minuto tres: soy tu juguete. Mi pene es un instrumento de tu propia masturbación. Mi cuerpo es un instrumento de tu delirio, yo no existo. Eres tú: gimiendo, sintiendo, en plena desnudez descubriendo el más profundo instinto. Tu cuerpo sobre mí, moviéndose a tu ritmo. Recibiendo indicaciones.
En menos de cuatro minutos me tienes para ti. Completamente desarmado. Inquieto. Incrédulo. Esperando tu siguiente movimiento.
Al quinto minuto nos perdemos.
En seis minutos tuviste tu primer orgasmo. Y yo sigo debajo de ti. Admirando tu belleza: tocándote. Viviendo tu aroma.
A partir de ahí son tantos los minutos juntos.
Y tú me sigues inventando.
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🙂
Deliciosa lectura para cualquier domingo por la noche…
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