Eres arte. Y sin más, termina el primer minuto. Dentro del valor estético de tu presencia, dentro del esquema dogmático de la desnudez. Eres arte. Y en un minuto te conviertes en pasión.
Para el segundo minuto ya te encuentro, escondida, en mi piel, grabada, completa, abierta. Llena. Libre. Compartiendo tus labios con mi ser. Eres saliva y labios, en dos minutos eres luna.
En tres minutos ya eres mano, comprendiendo mis inquietas ilusiones, eres manos, piel. Tuyas, mías, suspiros y gemidos compartidos, en tres minutos ya eres aire. Aliento. Eres arte y sangre. Vino estacionado. Música. Locura. Eres sudor, agua. Eres líquida y te acaricio.
Cuatro minutos y soy de ti. Te bebo, te respiro. Bebo tu humedad, desprendo mis sentidos de tu voz. Cuatro minutos y nos volvemos fuego, comenzando a despertar. Fuego. Todo lo consume. Sexo. Todo lo consume. Noche. Todo lo consume. Eres humo y me posees.
Minuto cinco. Comenzamos. Mi lengua. Tu humedad. Gemidos, orgasmos. Colores. Y apenas comenzamos las caricias. Eres arte. Empezamos la locura.
Nacemos en la misma piel, en el minuto cinco.