Siempre he admirado mucho a la gente que dedica su vida o una parte de ella al color. Diseñadores. Pintores. Arquitectos. Decoradores. Paisajistas. Impertinentes coloristas. El gusto necesario para colocar un color al lado de otro. De otro. Juntarlos, contrastaros. Hacerlos lucir. Difuminarlos. Seducirlos. Beberlos. Respirarlos.
Siempre he pensado que los colores son una herramienta que la luz utilizó como primer paso en la creación del mundo. Por lo tanto, el uso que le da a cada color un brillante diseñador gráfico, o un pintor en una obra. La perfección necesaria para escoger la gama correcta tonos en el interior de un edificio de oficinas o de un auditorio, el logotipo de un museo. En fin, el arte, en buena medida viene teñido en colores. Los luce, una de las grandes capacidades del arte es hacer gala de la magia de los colores. Acomodar en gamas es un don. Contrastar. Combinar. El ojo de colorista es un enorme talento del que muchos obtienen beneficios. ¡Qué sería de nosotros sin el color!
Parte dos. Sigo. Durante casi ocho años me tocó trabajar de cerca con un genio del color en el mundo textil. Y hoy, luego de darle vueltas y vueltas a la pregunta de qué es lo que me mueve tanto de la moda, llego a la conclusión de que es una virtud única del color en la moda: los colores se hacen gamas porque sí. Nada más. Sin funcionalidad específica más que la del valor estético. Los coloristas de la moda organizan los colores exclusivamente para mostrarlos. Por amor al arte. Por amor al mismo color. Cada temporada se crean tendencias. Se organizan enormes cartas de color ordenadas con perfectas y seductoras gamas. Con un sentido mágico y artístico que permite a cada uno de los colores lucir, incluso, mejor que en su propia y escueta soledad.
Pero la maravilla es que estas gamas, combinaciones y contrastes no son hechos para que la prenda o el conjunto de prendas se vea bien, sino para mostrar al diseñador de moda las posibilidades de una gama, del color, de la tendencia del arte. Entonces, la mente comienza a volar y surge la belleza que vemos en revistas y pasarelas.
Parte tres. Para terminar. La moda es arte, necesita talento, buen gusto, creatividad y magia para existir. Requiera de una constancia impresionante y de incansable trabajo como lo requiere escribir una novela, pintar un cuadro, componer música o diseñar un edificio. Los artistas tienen que sudar para siquiera comenzar a considerarse artistas. Arte no es lo mismo que terapia del arte, no es esperar a la musa para escribir dos versos cursis o una canción romántica. No es lanzar dos pinceladas de acuarela los domingos ni medianamente rascar las cuerdas a una guitarra o cantar al lado de un viejo piano. Todas estas cosas tienen un mágico efecto terapéutico, y deben de seguir siendo promovidas. Pero el arte incluye lágrimas, sudor, madrugadas. Muchas madrugadas. Por trabajo y por falta de sueño buscando a la Idea. Para que, al final, la obra logre transmitir una sensación profunda. Y el artista, después de un rato, siga insatisfecho con el resultado.
La moda cumple con estos requisitos. El color y la música son los príncipes y princesas del arte. Andróginos. Libres.
Si no crees que es así, echa un vistazo a este manejo del color. El sorprendente mundo de la hermana escondida de las bellas artes.
¡Buen jueves!
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