La vida se te echa encima, quieres gritar con toda tu fuerza. Llorar. Tal vez. Tu mundo se convierte en un espacio oval supeditado a la cuestión más trivial de tu existencia: tu existencia.
Y sigues ahí. Sentado frente a un cliente, a una computadora, a tu pareja, a tus hijos, a tu amante, a cualquier elemento relevante. Soñando. Pensando que no llegarás a tiempo, que se termina tu tiempo, pensando en la conciencia de la muerte, en la muerte misma, en la inmortalidad y los reflejos humanos como sensaciones.
Piensas en sexo, en la teoría del sexo y en su práctica. Todo en un segundo, el planeta en un segundo, el universo en un segundo. Las razones en un segundo.
Pero se acaban. Por alguna razón parecen agotarse. Terminar con ellas mismas para terminar al fin contigo. Algo te sorprende, todo te sorprende menos el poco impacto que causa en ti la inminente llegada de un apocalipsis político, comercial, tecnológico. Quieres gritar pero ya no hay nadie que escuche.
Y de pronto…
Este es el lugar perfecto para poner un comercial, para rellenar el espacio con algún dato de los millones de datos que circulan día a día. Para escribir acerca de por qué el mundo no se terminará a pesar del calentamiento global, o por qué sí se va a terminar con el calentamiento global si no donas aquí. Un espacio ideal para decir que todo se solucionará con una coca fría. O con un cigarro. O un mejor coche. O una mujer más hermosa. O una mejor página de pornografía. O un algo que no han inventado, pero que si compras ahora serás el primero en tener.
Este es el espacio perfecto.
Porque estamos atentos a lo que nos quieran vender. Porque estamos atentos a las letras, a lo que está escrito, a lo que capta nuestra atención. Y eso que capta nuestra atención nos da vida y al mismo tiempo muerte.
¿En qué equipo estás? ¿Eres víctima de la tecnología?
Un breve pensamiento informativo. Que siga usted teniendo una excelente tarde.