La voluntad es lo que hace la diferencia entre el hombre (o mujer) y el gusano, o el conejo, o un tucán en peligro de extinción. La voluntad es esa habilidad del ser humano que le permite alcanzar, que le permite lograr, que le permite vencer a esa parte animal que busca el placer porque sí. La voluntad es lo que permite al ser humano no comer a pesar de tener hambre, no dormir a pesar de tener frío, no coger a pesar de tener ganas, no hacerse pipi en los pantalones, correr un maratón, ir a trabajar, mantener un empleo, escribir un libro, componer una sinfonía, pescar langostas, romper esquemas, hacer golpes de estado, revoluciones, computadoras, descubrir planetas.

El ingrediente principal para que el ser humano construya. De vida. La voluntad es la madre del arte y la belleza.

Pero de pronto, la voluntad se burla de nosotros. De mí. Se burla, dice una cosa y hace otra, mete a mi cabeza en un pensamiento tan profundo e intransigente que no da tiempo o lugar a nada más. De pronto la voluntad se convierte en un gran muro por escalar.

En esta ocasión tocó que la voluntad se burlara de mí en miércoles, así que las cosas son un poco diferentes para este blog porque mi cabeza va moviéndose sola como gusano, o conejo, o tucán en peligro de extinción. No me pide permiso y hace lo que le da la gana, incluyendo no escribir poemas.

Así que dejo, en este miércoles a mi último intento por lograrlo. Mientras tanto, seguiré buscando la razón de la belleza en el sol de media tarde para imaginar piel, fuego y sudor. Humedad y manos llenas de tinta y de deseo. Dejo este post en lo que termino de pelear con los gusanos.

¡Les avisaré! Por el momento, les dejo esto: MIÉRCOLES.