La impertinencia con la que ataca la Idea Brillante a algunos es brutal, va más allá de un simple residuo de la era digital para convertirse en un esquema de democratización activa (sistemática: real o ilusoria) de los medios de comunicación. La Idea Brillante ataca con todas su fuerza, en su egocéntrico instinto asesino por sobresalir.
Sin embargo, la Idea Brillante no existe: es una píldora más para curar los dolores de cabeza del fracaso. Es la solución aparente más rápida para el éxito. Es el fantasma de una idea que nos llevará a todos a ser Steve Jobs. Pero, sin duda, es divertido buscarla: dentro de nuestros tuits, dentro de cada frase que comentamos, dentro de nuestros blogs, dentro de nuestras lecturas, buscar la idea brillante que nos sacará de pobres y nos hará ser más vistos en YouTube, más seguidos en Twitter, más erreteados. La Idea Brillante que nos sacará del anonimato porque hará que el mundo descubra nuestro genio. El mundo descubrirá que dentro de nuestra faceta de seres humanos promedio existe un genio escondido, un artista desperdiciado, un brillante escritor por ser descubierto.
Por supuesto que es verdad. Solo falta un detalle. ¡Romperse la madre! Con la democratización del arte, de la comunicación, de la publicidad, de la estética y de la pornografía todos podemos ser genios y sacar al mundo nuestra Idea Brillante, el único problema es que millones pensarán como nosotros, y millones de Ideas Brillantes surgirán al mismo tiempo, abarrotando el Internet de genio, ingenio y mierda al mismo tiempo.
¿Cuál será la diferencia de nuestra Idea Brillante a todas las Ideas Brillantes? Lo mucho o poco que sudemos para lograrla, con quién nos aliemos. El geek en nuestra almohada no es suficiente para crear la siguiente gran red social que cambie al mundo.
Las horas y horas que dediquemos a nuestra idea serán lo que a la larga la convertirá en una Idea Brillante.
Todos somos el mejor músico cuando nadie nos escucha.
Busquemos mayor calidad en los contenidos digitales, demos más tiempo a nuestros textos y a los textos que compartimos. Estamos frente al momento más importante en la historia de la comunicación masiva. Aprovechémoslo, creamos en nuestra idea y hagámosla realidad. Una idea, elaborada. No esperemos a que llegue la Idea Brillante, porque alguien más la publicará.
Mientras tanto… ¡a trabajar!