EL MISTICISMO DEL CINE

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Este fin de semana me di cuenta de un misticismo que esconde el arte en la narrativa llamada cine. Una historia no es solo una historia, una imagen no es solo una imagen: una pieza deja de ser por un par de horas solo música.

El evolucionado reconocimiento de la magia. Elevado sentido de la estética y desesperada inercia de la literatura por hacer poesía y contar historias. Ese misticismo llega hasta hoy hecho historia. Con los años que necesitaba para existir, cine, como aquellos dioses consagrados en la mitología artística.

Y fui a ver El artista. Una sátira. Una historia. El resurgimiento de un estilo. Un momento de los momentos que no volverán a ser, una lección de la vida disfrazada de flores, piernas, labios, sonrisas y un amor heredado de un ilusorio romanticismo del siglo XIX. ¡Maravilloso! La mejor representación de una época, justo de la forma en la que se recuerda una época. Otras sonrisas, otros bigotes, otros escándalos. La misma pasión y romance. Majestuosas actuaciones. Una sátira que nos dibuja quiénes fuimos. Somos. Queremos ser, una capacidad de asombro que sólo puede llegar de nuevo porque ya quedó muy atrás.

Y la historia del cine. Y la magia, y uno de sus máximos representantes. Su pasión por el pasado, por la historia de la que el mismo Scorsese es parte. Hugo. Un cuento que regresa a dar vida a quien dio vida al cine que conocemos, al hombre a quien se deben los estudios cinematográficos, los montajes: el misticismo que alcanzamos a ver en El artista.

Hugo. El artista. Dos películas que esconden el lado cabalista de una rama del arte que ya no es recién nacida. De una rama del arte que ya respira con pulmones propios y todavía tiene tanto nuevo que aportar.

Sugiero anotar estas dos visitas al cine en su lista de prioridades para la semana.

¡Buen lunes! Nos vemos pronto.