SOÑÉ


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De pronto soñé. Fue en medio de una conversación telefónica que me imaginé a mediados del siglo XX. Con corbata y pañuelo, zapatos con mucho brillo y cigarro inevitable en la mano. Frente una máquina de escribir, listo para idear algo, para escribir mi columna de la semana, o para tirar al bote de basura una página más echada a perder. Tal vez una novela, quizá explorando el género de los detectives, o hablando del surrealismo, visto desde lejos, desde la trinchera de lo lejano, de lo deseado, de la maravilla de los sueños, del absurdo, de todo aquello que venía revolucionando al mundo del arte. O no.

Tal vez escribiría historias en las que mujeres hermosas buscaban el dinero y la fama, para terminar solas siendo amante del algún millonario neoyorquino que nunca reconoció haberla conocido, incluso a pesar de tener un hijo con ella.

Quizá buscaría la forma de pasar de casa en casa para regalar un poema a la persona que abriera la puerta, o los volaría por la puerta, tal vez pintaría con tinta en las mesas de los restaurantes. Soñé que escribía poemas con pluma fuente.

De pronto soñé. Hablaba por teléfono y soñé que compraba una imprenta. Mía, yo era el dueño de la imprenta, del diseño, de los textos, dueño absoluto de mi contenido y mi distribución, dueño absoluto de cada una de las recomendaciones y opiniones que nacían de mi tinta.

Me soñé frente a una pequeña rotativa, en mi oficina, con mi cámara fotográfica para hacer los negativos, para salir a la calle y tomar fotografías que adornen mi columna en mi revista. Me soñé en un escritorio inclinado con mis estilógrafos y mis tintas de colores. Me soñé en medio del olor a tinta y papel. Me soñé ensuciando mi corbata, bebiendo güisqui, fumando. Gritando. Sin prohibiciones, sin mayor pretensión que escribir en mi amada máquina de escribir.

Me soñé en lo mejor de mi época.

Y al regresar a la realidad, no pude sino sonreír. Intenté contar mi sueño pero ya no había nadie al otro lado del teléfono. Así que reí. Luego, a solas, solté una carcajada.

Hoy soy mi sueño. Gracias por leer de vez en cuando en este secreto espacio para gritar, soñar y hacer lo que me da la gana con las letras.

Gracias por darme vida en la era sociodigital.

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