POR DENTRO Y POR FUERA


Inventamos mil memorias. Es tan fácil confundir una parte de nuestra visión con fantasías. Hedonismo y laberintos: de vez en cuando el arte va de la mano con la vanidad. Entonces inventamos mil memorias. Millones de recuerdos que nos llevan a ser quienes somos. A demostrarlo en colores y texturas. Somos parte de una vanidad artística que nos limita, nos delimita, nos obsesiona o nos define. Somos parte de una evolución que nos plastifica y nos falsifica. La evolución de una personalidad. Nos mata o nos revive. En algunos casos, esa misma evolución es la madre de la inmortalidad.

Hay personajes o historias que nos cambian la vida. Un libro. Un poema. Una película: teatro, danza, ópera, novela, sinfonía, carta, pintura. Lo que sea. Hay personalidades y biografías que nos marcan de una u otra forma.

Hace poco vi un documental llamado Bill Cuningham New York. La vida de un hombre que ha pasado décadas fotografiando moda espontánea en las calles de Manhattan para una columna en The New York Times.

Bill se convierte en un ícono del mundo de la moda neoyorquina, o referente de la moda mundial. Bill: excéntrico y apasionado a la vez. Callado y en bicicleta. Anna Wintour, editora general de la edición americana de Vogue lo admira. Ella. Inspiradora de películas. Grandiosa personalidad que viaja por el mundo en limos con chofer. ¿No es paradójico? Bill, en su bicicleta, desayunando todos los días el mismo combo de 3.99 en el mismo Deli. El glamour y el oficio. El oficio sin glamour. Pero sobre todo, el poder de ser.

El poder de ser. A diferencia del poder de aparentar. Por eso inventamos mil historias. Construimos realidades, las habitamos, las destronamos. Las conducimos hasta que se encuentran con nuestra vida. Las maquillamos y nos vamos moviendo por ellas en nuestras propias fantasías. Por eso adoramos la poesía, la magia de la música. Porque nos hacen sentir por dentro. La moda como arte nos alimenta el ser estético. Como glamour, y pretencioso laberinto, ¡ja! Muchas cosas me han marcado, una de ellas es la filosofía de Cunningham. Un excéntrico viejito en bicicleta, con una baratísima chamarra azul, una sonrisa traviesa y una encantadora como cortante forma de ser, un hombre que sin glamour, es un jugador importante del mundo más glamoroso de una de las ciudades más glamorosas del mundo.

¿No es maravilloso encontrar los caminos por los que se mueve la autenticidad de este planeta? Bienvenidos los creativos de la humanidad.

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