MEDITACIÓN

Me adentro en la poesía inconsciente de una hegemonía sagrada. Busqueda perpetua. Impaciente. Con ansiedad analítica disecciono mis sentimientos para encontrar un espacio en vacío y refugiarme en él. Paso a paso viajo de letra en letra, creciendo de color en color, de rojo en rojo, azul muy tenue del que no puedo colgarme, buscando el blanco para refugiarme. Y no sé quién soy. Y no sé qué soy. La poesía me habla en aquel lenguaje que yo mismo inventé en otra vida y que hoy no puedo traducir. La frustración de ser extranjero de mi propia lengua. ser desierto a la vez de paraíso tropical. La poesía me seduce en aquel idioma que ya no puedo entender. Y mi mente cae rendida a sus encantos: mis manos se congelan y no pueden hablar. Mis labios hablan sin saber lo que dicen. Después la lluvia, la nieve, el frío. El corazón cansado de mi alma vieja. La congelada ansiedad de un espejismo. Me adentro en la constante hegemonía de una percepción de libertad.    

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ALQUIMIA

Escribo para no morir. Para sentir más allá de la muerte, en la relatividad de la existencia. Canto en silencio y revivo lo marchito. Viajo en el tiempo. Medito para no morir. Te busco para no morir. Lamento tu ausencia buscando algún instinto innovador que me ayude a retenerte. Podría soñar con tenerte o tenerte para no morir.

Mi alquimia viviente respira tu esencia. Piedra angular. Te encuentro desnuda para no morir. Tiempo. Alquimia buscando empatar la realidad con la distancia. Tiempo. Nuestra percepción de la verdad. Tu cuerpo constante. La luna se mueve temerosa. Nuestra percepción del espacio. Tanto universo para nosotros y sigo sin morir. La relatividad del delirio y del silencio. Canto por mi vida y canto por mis sueños. Canto lo que temo y viajo por la aurora y la razón.

A pesar de ser de fuego, me pierdo. A pesar de perderme soy aquí.

INICIO

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Tus ojos espantados. Primer paso. Abrazados, casi abrazados, desnudos mucho más allá de la piel. Tus labios inmóviles. Mis labios. No soy una persona paciente. Tienes que saberlo. Tú inventas mi paciencia, la descubres mientras mi cuerpo descansa despacio en tu cuerpo. Segundo paso. Nuestras caras. La piel de tu mejilla, despacio, seduciéndome. Con paciencia. Con tiempo, nos pertenecemos. Lo sentimos. Tacto. Sólo tacto. Besos de verdad: inmóviles: secretos. Sólo tú y yo sabemos que son besos. Y lo son.
Ojos cerrados de pasión y lentitud, para abrir camino de nuevo a los ojos espantados, a la boca de sorpresa, al silencioso gemido de sentir que te penetro. Despacio. Cuerpos inmóviles. El ritmo lo marca el latido. Y ya. Tercer paso. Nuestras caras. Nuestros labios pegados sin moverse, nuestro sexo. Sólo nuestro. Despiadado. Quieto. Absoluto. Tu serenidad desesperada enseñándome a sentir. Con un abrazo, orgasmo mutuo. Y nuestros labios inmóviles, pegados, apenas nos permiten gemir. De nuevo, tus ojos espantados, fuerte abrazo. Cómplice sonrisa de paz. Y tu cuerpo con el mío se confunde para descubrir el inicio de la eternidad.

HUMEDAD DE COLORES

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Un lienzo. Pintura. Mi mente enfocada en un delirio, nuestro. Completo. Mis manos sucias procurando encontrar figuras en la luz de aquel abstracto. El deseo poco a poco liberando su pasión. El lienzo era grande, suficiente para abarcar un cuerpo humano. Tal vez dos. La combinación de los colores tenía que ser precisa, los trazos determinando una nada, buscando una idea. Esa violencia derrochada, escondida en lunas tibias.
De pronto tus ojos, la conciencia de tu aroma. Tu presencia. Apareciste entre sueños, libertad y frenesí. Con los pensamientos en blanco y las sensaciones desbocadas te tomé de la cintura presionándote contra mí mientras mi boca decidía por sí misma besarte con toda la fuerza de la que era capaz. Tus labios respondieron audaces: comunicación definitiva: dos bocas, nada más. Entre ellas descifraban los secretos del vacío, respondían al mundo, creaban un mundo nuevo. La saliva se mezclaba sin poder contener su propio placer. No era un beso, era la raíz de todo sueño.
A decir verdad no supe en qué momento arranqué tu ropa, o en qué momento desgarraste la mía. No supe en que momento terminó tu espalda tendida sobre el lienzo, cubierta por completo de pintura, creando formas, una obra de arte perfecta, mientras tus piernas daban espacio a mi cabeza para recorrer desesperadamente con mi lengua tu humedad, mi lengua te penetraba sin piedad mientras que tu espalda, en movimientos irregulares me llevaba hacia mí, la textura de los acrílicos, fríos, suaves ayudaba a mi lengua a presionar la llegada de ese orgasmo, tú sabías que tu espalda creaba, tu sexo sabía que eras libre, que formábamos parte de un todo de belleza. Tu piel me contaba en secreto que estabas a punto de lograrlo. Entonces, sin poder resistir, moví mi lengua hasta tu boca, pasando rápidamente por tu ombligo y tus pezones. Te penetré en un solo movimiento casi musical, casi místico. No pudiste controlar un grito al sentirme dentro de ti. Tuve que parar para contenerme. Respiré. Unos segundos después embestía de nuevo, lo hacíamos rítmicamente hasta que tomaste por completo el control. Las palmas de mis manos manchadas de pintura sobre el lienzo al tiempo que la fuerza de mi cuerpo vivía solo para ti. Me tomaste por los hombros, violentamente, y sin dejarme salir de ti pusiste a mi cuerpo de espaldas contra el lienzo, haciéndote cargo de cada movimiento sólo tú. Sólo tú. Tomaste mis manos para llevarlas a tus senos. Y te movías, libre, sin mí. Disfrutabas de mi cuerpo sin prestar importancia a mi presencia. El ritmo era tuyo, mi cuerpo era tuyo, mi erección dentro de ti era tu juguete sexual del que hacías uso a tu entero placer. Me usabas mientras gemías, tus gotas de sudor caían sobre mi cuerpo manchando de morado mi pecho, el lienzo, mi cara. Tus gotas de sudor lograban empapar todo rastro de ilusión no contenida.
Quise mover mis manos a tu cintura, no lo permitiste, casi con enojo las llevaste de nuevo hasta tus senos. Mis dedos en tus pezones, presionando con fuerza. Mi cuerpo reaccionando a ti, a cada movimiento, danza ardiente de tu cuerpo contra el mío. Veías cómo esa tela blanca detrás de mi espalda creaba una nueva obra de arte con tu cuerpo, con el mío. Apretabas mi cuerpo con tus piernas, ahora embestías tú, provocando a mis gemidos. Me poseías por completo, mi pelvis empapado de ti. El olor de tu humedad, del sexo, del arte y la pintura nos llevaban de la mano a otro destino, a ese universo desconocido hasta ese instante. Te pedí permiso para terminar. Permiso denegado. Espérame dijiste. Espérame. Repetías una y otra vez con diferente entonación, subiendo el volumen. Espérame. Entre aliento y gritos. ¡Espérame!, seguido por un gemido ahogado de placer sin nombre. Dejaste ir un tenue. Ya. Detuve tu cadera fuertemente con mis manos para que sintieras mi explosión. Gritamos de nuevo. Juntos. Te dejaste caer contra mí a besarme despiadadamente. Olvidando los límites de nuestros labios terminábamos de compartir ese orgasmo pasando la lengua por las caras, por la boca, por las lenguas.
Luego te quedaste reposando en mí, descansando, observando el recorrido de la pintura de colores diluida con sudor.
Entonces, el tiempo desapareció. Desbalance de hipotéticas locuras. No sé cuándo ni dónde. Cómo. No supe nada más. No sé más. No encuentro expresión ni libertad después de ti. Tus ojos cerrados en mi mente. Tu sonrisa tímida.
El concepto de crear y revivir. Todo en un nosotros de niebla y distancia. Porque nunca hemos coincidido. Mi locura te inventa en su propia imaginación.

DELIRIO

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Caída libre. Instrucciones para un patético delirio. El avance atípico de mi lengua por tus muslos. Norte. Indiscutible libertad por un segundo. Caída libre. Sin nostalgia. Tu saliva, mi saliva, nuestras lenguas. Infinito. La pared: tú recargada en ella. Yo contra tu cuerpo. Instrucciones de locura. Caída libre. Momentánea. Furiosa y sensible. Pretensiosa insinuación en medio de un orgasmo. Lujo y cristalino aterrizaje. Patético destino si no estás.

TODO MENOS EL VACÍO

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Todo menos el vacío. Letras. Colores. Sonidos. Imágenes y música y palabras. Todo brilla rodeado de la suficiente oscuridad. Pero la luz no es provocada por las tinieblas. Todo menos el vacío. Creo. Disfruto de creer, mato por crear. Frecuencias y espacios. Tiempo. Tiempos. La realidad más allá de la realidad. Todo menos el vacío. Es arte. Somos aquello que creemos. Somos todo aquello que creamos. El arte grita. El resto es silencio que nos permite escuchar. Todo menos el vacío.

EL OTRO COLOR

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Poesía. Arma celestial de mil sonidos. Ilusión paradójica del ser. Destierro y paisaje. Locura errante del color.
Poesía cubierta de rastros y tiempo. Esquinas oscuras y cuevas de luz. Egoísmo infinito en las aras del arte. Destino sin rumbo y pasión ya sin voz.
Arma divina, instrumento y creación. Plataforma al vacío. Al olvido. Al exilio. Madre de guerra y madre de paz. Alma del arte y piel de carbón.

SILENCIO

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Nos buscamos en silencio, no había otra forma de buscarnos. Era urgente callar, como siempre, como lo es cuando dos personas se conocen a oscuras. Magistralmente logramos desvestirnos. En silencio. Los lunares de tu cuello me llamaron, leyeron poesía a escondidas. Los lunares de tu cuello me besaron mientras lloraba nuestra saliva haciéndose una. No escapamos porque no quisimos escapar, aunque hubiésemos podido lograrlo. Mi lengua recorrió tu espalda, mi mente tu silueta. Tus ojos callaban a los míos. Nuestros labios nos veían. Nuestras manos gritaban, gemían.

            Finalmente despertamos con furia a tu humedad. Nos lanzamos al vacío, sin permiso, sin planetas ni universo. Sin permiso: sin noche ni egoísmo. Nos lanzamos al placer sin preguntar las consecuencias.

            ¿Has soñado también con eso? ¿Has logrado en tu propia oscuridad sentir mis manos en tu espalda? ¿Has vivido mi presencia en tu locura?

            Nos buscamos en silencio, la poesía nos callaba. Era urgente ser poesía. Era urgente sublimar aquella intimidad. Era urgente ser nosotros, tenernos, bebernos, soñarnos de rodillas. Era urgente perdernos. En silencio, sin pasado y sin presente.

            Fue entonces, que sin ver nos lanzamos al olvido. Nos besamos como siempre con idea de cada luna, con la intensidad, con la que encuentro tus lunares desvelados. Fue entonces que te penetré con tanta fuerza, que nos fundimos en el brillo de un orgasmo. Y nuestro aliento. Y nuestros cuerpos. Empapados de sudor y de mentiras.

            No hubo otra forma de buscarnos y encontramos la pasión sin darnos cuenta, a la distancia. Con los sueños empañando a la verdad. No hemos sido sino extraños en un tiempo que se fuga. No hemos sido más que instantes de ilusión.