En el mismo lugar en el que quedan los latidos y la dulzura, el egoísmo y la memoria, veo tu nombre en una pared de humo. La sorpresa es demasiada y la ansiedad se vuelve luna. Al cruzar la nube se ve tu cuerpo. Tus ojos brillan. Tu pasión despierta. El egoísmo se vuelve erotismo y mi ansiedad deseo. Un velo de humo cubre tu brillo. El sudor acumulándose en tu pecho. Caminas, de un lado a otro queriendo escapar, de mí. Hacia mí. Suena tu timbre y soy yo en la puerta. Pasada medianoche. Me besas, te beso. Buscamos un instante, al encontrarlo nos fundimos. Querías escapar de mí y llegué a tu casa cuando estabas tan desnuda. Te desvelo al penetrarte, te descubro en un orgasmo: amanece y ya no estoy. ¡Lárgate antes de que salga el sol!, te atreves a decirme. Me buscas con el sol y ya no existo. Tus manos aún buscan mi espalda. Tus aliento echa de menos a mi lengua. En el mismo lugar de los latidos el erotismo se vuelve egoísmo y tú no estás.
Sin embargo, cada noche un mismo gato callejero ronronea caminando lentamente por tu balcón. Admira tu cuerpo desnudo en secreto. Te inquieta y no sabes por qué. Tus manos terminan en tu sexo tantas noches. En aquellos ojos destellando con tus suspiros siempre volveré. Cada noche la sutileza de mi andar por tu balcón te volverá a hacer mía.