Un lienzo. Pintura. Mi mente enfocada en un delirio, nuestro. Completo. Mis manos sucias procurando encontrar figuras en la luz de aquel abstracto. El deseo poco a poco liberando su pasión. El lienzo era grande, suficiente para abarcar un cuerpo humano. Tal vez dos. La combinación de los colores tenía que ser precisa, los trazos determinando una nada, buscando una idea. Esa violencia derrochada, escondida en lunas tibias.
De pronto tus ojos, la conciencia de tu aroma. Tu presencia. Apareciste entre sueños, libertad y frenesí. Con los pensamientos en blanco y las sensaciones desbocadas te tomé de la cintura presionándote contra mí mientras mi boca decidía por sí misma besarte con toda la fuerza de la que era capaz. Tus labios respondieron audaces: comunicación definitiva: dos bocas, nada más. Entre ellas descifraban los secretos del vacío, respondían al mundo, creaban un mundo nuevo. La saliva se mezclaba sin poder contener su propio placer. No era un beso, era la raíz de todo sueño.
A decir verdad no supe en qué momento arranqué tu ropa, o en qué momento desgarraste la mía. No supe en que momento terminó tu espalda tendida sobre el lienzo, cubierta por completo de pintura, creando formas, una obra de arte perfecta, mientras tus piernas daban espacio a mi cabeza para recorrer desesperadamente con mi lengua tu humedad, mi lengua te penetraba sin piedad mientras que tu espalda, en movimientos irregulares me llevaba hacia mí, la textura de los acrílicos, fríos, suaves ayudaba a mi lengua a presionar la llegada de ese orgasmo, tú sabías que tu espalda creaba, tu sexo sabía que eras libre, que formábamos parte de un todo de belleza. Tu piel me contaba en secreto que estabas a punto de lograrlo. Entonces, sin poder resistir, moví mi lengua hasta tu boca, pasando rápidamente por tu ombligo y tus pezones. Te penetré en un solo movimiento casi musical, casi místico. No pudiste controlar un grito al sentirme dentro de ti. Tuve que parar para contenerme. Respiré. Unos segundos después embestía de nuevo, lo hacíamos rítmicamente hasta que tomaste por completo el control. Las palmas de mis manos manchadas de pintura sobre el lienzo al tiempo que la fuerza de mi cuerpo vivía solo para ti. Me tomaste por los hombros, violentamente, y sin dejarme salir de ti pusiste a mi cuerpo de espaldas contra el lienzo, haciéndote cargo de cada movimiento sólo tú. Sólo tú. Tomaste mis manos para llevarlas a tus senos. Y te movías, libre, sin mí. Disfrutabas de mi cuerpo sin prestar importancia a mi presencia. El ritmo era tuyo, mi cuerpo era tuyo, mi erección dentro de ti era tu juguete sexual del que hacías uso a tu entero placer. Me usabas mientras gemías, tus gotas de sudor caían sobre mi cuerpo manchando de morado mi pecho, el lienzo, mi cara. Tus gotas de sudor lograban empapar todo rastro de ilusión no contenida.
Quise mover mis manos a tu cintura, no lo permitiste, casi con enojo las llevaste de nuevo hasta tus senos. Mis dedos en tus pezones, presionando con fuerza. Mi cuerpo reaccionando a ti, a cada movimiento, danza ardiente de tu cuerpo contra el mío. Veías cómo esa tela blanca detrás de mi espalda creaba una nueva obra de arte con tu cuerpo, con el mío. Apretabas mi cuerpo con tus piernas, ahora embestías tú, provocando a mis gemidos. Me poseías por completo, mi pelvis empapado de ti. El olor de tu humedad, del sexo, del arte y la pintura nos llevaban de la mano a otro destino, a ese universo desconocido hasta ese instante. Te pedí permiso para terminar. Permiso denegado. Espérame dijiste. Espérame. Repetías una y otra vez con diferente entonación, subiendo el volumen. Espérame. Entre aliento y gritos. ¡Espérame!, seguido por un gemido ahogado de placer sin nombre. Dejaste ir un tenue. Ya. Detuve tu cadera fuertemente con mis manos para que sintieras mi explosión. Gritamos de nuevo. Juntos. Te dejaste caer contra mí a besarme despiadadamente. Olvidando los límites de nuestros labios terminábamos de compartir ese orgasmo pasando la lengua por las caras, por la boca, por las lenguas.
Luego te quedaste reposando en mí, descansando, observando el recorrido de la pintura de colores diluida con sudor.
Entonces, el tiempo desapareció. Desbalance de hipotéticas locuras. No sé cuándo ni dónde. Cómo. No supe nada más. No sé más. No encuentro expresión ni libertad después de ti. Tus ojos cerrados en mi mente. Tu sonrisa tímida.
El concepto de crear y revivir. Todo en un nosotros de niebla y distancia. Porque nunca hemos coincidido. Mi locura te inventa en su propia imaginación.
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SILENCIO
Nos buscamos en silencio, no había otra forma de buscarnos. Era urgente callar, como siempre, como lo es cuando dos personas se conocen a oscuras. Magistralmente logramos desvestirnos. En silencio. Los lunares de tu cuello me llamaron, leyeron poesía a escondidas. Los lunares de tu cuello me besaron mientras lloraba nuestra saliva haciéndose una. No escapamos porque no quisimos escapar, aunque hubiésemos podido lograrlo. Mi lengua recorrió tu espalda, mi mente tu silueta. Tus ojos callaban a los míos. Nuestros labios nos veían. Nuestras manos gritaban, gemían.
Finalmente despertamos con furia a tu humedad. Nos lanzamos al vacío, sin permiso, sin planetas ni universo. Sin permiso: sin noche ni egoísmo. Nos lanzamos al placer sin preguntar las consecuencias.
¿Has soñado también con eso? ¿Has logrado en tu propia oscuridad sentir mis manos en tu espalda? ¿Has vivido mi presencia en tu locura?
Nos buscamos en silencio, la poesía nos callaba. Era urgente ser poesía. Era urgente sublimar aquella intimidad. Era urgente ser nosotros, tenernos, bebernos, soñarnos de rodillas. Era urgente perdernos. En silencio, sin pasado y sin presente.
Fue entonces, que sin ver nos lanzamos al olvido. Nos besamos como siempre con idea de cada luna, con la intensidad, con la que encuentro tus lunares desvelados. Fue entonces que te penetré con tanta fuerza, que nos fundimos en el brillo de un orgasmo. Y nuestro aliento. Y nuestros cuerpos. Empapados de sudor y de mentiras.
No hubo otra forma de buscarnos y encontramos la pasión sin darnos cuenta, a la distancia. Con los sueños empañando a la verdad. No hemos sido sino extraños en un tiempo que se fuga. No hemos sido más que instantes de ilusión.
SUEÑOS INOCENTES
Sueños inocentes. Todo empieza por ahí: un anhelo y la imagen de tu cuerpo. Un recuerdo, claro, ese no puede faltar, por mínimo que parezca. Tu pecho contra el mío, mi abdomen contra el tuyo: tus pezones intentando llegar más allá de mi camisa y mi ombligo buscando acercarse más al tuyo. Casi a causa de un error perfecto siento la piel de tu cara, tu aroma avasallante. Mi cuerpo reacciona, y seguimos siendo un simple abrazo. Atención. Somos un abrazo. Eso es extraño, generalmente nos abrazamos, regalamos o recibimos un abrazo.
No. Esta vez es diferente. Somos un abrazo.
¡Público! ¡Atención! Me he convertido en un abrazo. Tengo tu cuerpo atado a mí enredado como tengo la memoria que te busca, que te encuentra sin buscarte. Enredado como tengo mis ideas que te desean a pesar de no deber hacerlo. Enredado como un solo cuerpo envuelto en una toalla al salir de la ducha, cubierto de la humedad y del refrescante calor. Nos convertimos en un abrazo.
Es ahí, justo ahí, donde descubro tu cuerpo.
Acto seguido, tu cuerpo. Tercera etapa en la metamorfosis que busca llegar a formar parte de ti. No estoy loco, ningún loco podría comprender la curva de tu cadera con sus manos, o el fuego entre tus piernas con su propia entrepierna. Ningún loco podría sentir la dureza de tu pecho desnudo, el calor de su sudor, la reacción de tus pezones al sentir la fuerza de mi lengua al explorarlos. Ningún loco reconocería el más mínimo detalle de tus respiración al volverse gemido, de tu aliento enredado en tu sudor, de tu sudor atado al mío. Ningún loco podría compartir su propia entrega en forma de una erección que lanza a un lado la ropa por sus propios medios. Ningún loco.
O solo un loco que te busca como se busca la prohibido.
Sueños inocentes. Todo termina ahí. En la entrega y la compenetración completa, en un orgasmo que son dos, en dos orgasmos que se suman en contra de las leyes matemáticas para convertirse en nada. En esa nada que termina siendo equivalente a todo. Ahí nos encontramos. Gritos sin sonido, sonido sin gritos, alaridos. Placer. Deseo buscando deseo, pidiendo deseo. Placer. Soñando con su propio placer. Con la descripción perfecta de un encuentro. Nos convertimos en orgasmo luego de ser abrazo. Te lleno de mí, llenas al tiempo mi boca con tu lengua.
Descubro que te pertenezco por completo.
Como quien conoce todo lo que está perdido, como quien anhela todo lo que poco a poco se escapa mientras el mar y su marea me arrancan para siempre y de golpe la vida.
UNIVERSO
En el transcurso de mi vida he viajado, he conocido lugares maravillosos, sitios en los que la naturaleza fabricó obras maestras, santuarios, museos, gente de todos colores. He escuchado millones de voces, de lenguas, de versiones para los sueños.
Sin embargo, recientemente emprendí un viaje que se aleja por completo de todos aquellos que hubiese hecho yo anteriormente. Conocí tu piel. La conocí con la mía, no sólo te abracé, sino que mientras mi pecho estaba en contacto con el tuyo, cada uno de nuestros poros se comunicaba, tenía su propia historia de romance y fue cediendo a nuestro calor hasta terminar haciendo (cada poro con uno tuyo) el amor. Y así fuimos caminando, haciendo de las gotas de sudor un río de belleza, la mezcla de nosotros se fundía, nos fundía, fundía nuestras pieles hasta el punto de no poderse separar, de no poder diferenciar de quién era cada gota, de quién era qué sudor. Eso sucedía mientras mi boca buscaba tus labios, sólo eso tus labios, un roce secreto y discreto por tus labios mientras en nuestros cuerpos, millones de células hacían el amor, mientras que mi cuerpo notaba ya tu humedad, mi boca sólo buscaba tus labios, los encontró.
Y apareció un ser nuevo llamado beso, consumió por completo a nuestras bocas, hizo que nuestras lenguas se llenaran de pasión, nuestras lenguas, como nuestros poros, comenzaron a enredarse, a penetrarse a adorarse con sus cuerpos, a cambiar de posiciones, a buscar su propia humedad, a sentirse, a gemir. Dentro de nuestra boca, el sexo se hacía evidente, nuestro cuerpo (Para ahora era uno solo) lo descubrió, y se unió más, sintió, como se siente de verdad.
Tu humedad despertó como un dragón omnipotente para arrebatar de mi miembro toda fuerza, para devorarlo, para hacerlo suyo. Para crecer mientras sentía el movimiento rítmico, para adorar, para dejarse explorar. Tu humedad me rogaba con su propio sentimiento que la explorara, que la viviera, que la respirara. El sudor, los poros, las lenguas, respondían a las órdenes de ese centro de atracción, de esa fuerza inevitable que marcaba el ritmo, que subía el ritmo, que aumentaba el calor en cada uno de los rincones. El aliento apareció. Tenía que hacer a un lado las lenguas para poder escapar. Se convirtió en gemidos, en gritos. Algo distinto pasaba mientras los besos se intercalaban con los gritos, mientras los poros eyaculaban sudor y el sudor despertaba a otros seres que también hacían el amor.
Finalmente te sentí, la fuerza cedió y tus manos cayeron como pesas sobre mi espalda empapada, el beso fue el último en desaparecer, siguió haciendo el amor lengua a lengua hasta caer rendidos. Nunca salí de ti, dormí y desperté en tu interior. Te soñé. Te viví.
Viaje por tu cuerpo conociendo, en tu ausencia, cada parte de tu cultura, del país de tu cuerpo. Del mundo entero que se esconde dentro de tu calor.
Nunca había conocido universo igual.
PAUSAS EN LAS SENSACIONES
De pronto parece que el tiempo de las letras termina. Escasea como la pasión a la luz de la rutina. El tiempo de las letras escapa repentinamente dispuesto a resucitar en algún momento, cuando las hojas de los árboles tengan otra tinta, cuando el recuerdo del sonido sea solo música.
Parece sin querer que la música termina. Pero no hemos llegado hasta el silencio. Las figuras serán colores y las personas planetas. Los sueños libertad y la inocencia llegará sin sacrificio.
¡Alto! Una dictatorial pausa detiene emoción y sensaciones. El tiempo de las letras. Un tiempo de las letras. Pasión, erotismo y crucigrama detenidos. Metamorfosis endiablada que me llena de locura. Algunas veces hace falta escapar. Salir corriendo sin detenerse hasta caer rendido o muerto. Hasta morir o revivir con otro aliento. Correr a mitad de la pausa. Que es lo mismo que detenerse cuando el mundo corre despiadadamente, cuando el vertiginoso ritmo del sexo y la cultura se distraen en un aire de ilusión.
De pronto el tiempo aparente de las letras hace un alto. Y descubro que en las letras no hay tiempo. Yo me fui. Los colores y las notas quedan tras de mí. Volveré siendo de tinta.
EN SECRETO (HUMEDAD)
En el mismo lugar en el que quedan los latidos y la dulzura, el egoísmo y la memoria, veo tu nombre en una pared de humo. La sorpresa es demasiada y la ansiedad se vuelve luna. Al cruzar la nube se ve tu cuerpo. Tus ojos brillan. Tu pasión despierta. El egoísmo se vuelve erotismo y mi ansiedad deseo. Un velo de humo cubre tu brillo. El sudor acumulándose en tu pecho. Caminas, de un lado a otro queriendo escapar, de mí. Hacia mí. Suena tu timbre y soy yo en la puerta. Pasada medianoche. Me besas, te beso. Buscamos un instante, al encontrarlo nos fundimos. Querías escapar de mí y llegué a tu casa cuando estabas tan desnuda. Te desvelo al penetrarte, te descubro en un orgasmo: amanece y ya no estoy. ¡Lárgate antes de que salga el sol!, te atreves a decirme. Me buscas con el sol y ya no existo. Tus manos aún buscan mi espalda. Tus aliento echa de menos a mi lengua. En el mismo lugar de los latidos el erotismo se vuelve egoísmo y tú no estás.
Sin embargo, cada noche un mismo gato callejero ronronea caminando lentamente por tu balcón. Admira tu cuerpo desnudo en secreto. Te inquieta y no sabes por qué. Tus manos terminan en tu sexo tantas noches. En aquellos ojos destellando con tus suspiros siempre volveré. Cada noche la sutileza de mi andar por tu balcón te volverá a hacer mía.
ANTES DE AMANECER
Todavía no amanece. Y te respiro. La noche a la distancia fue tu aliada, la madrugada fue de ti. Sin demasiados detalles entendí la furia de tu saliva, la verdad de cada parte de tu cuerpo. Sin demasiados detalles te penetré y fui de ti, descendí por tu humedad hasta un amanecer a medianoche. Todavía no amanece y te respiro. Porque sentí la suavidad del universo al estar dentro de ti, al escuchar el sonido de tu aliento en mi cuello, al encontrar la coordinación perfecta entre los movimientos de tu cadera y tus gemidos. Te penetré tan despacio como desesperadamente. Fui de ti dentro de ti. Dijiste algo a mi alma. No entendí las palabras, pero entendí las sensaciones, las emociones, el resultado.
Dejé ir todo. Todo yo dentro de ti. Tu orgasmo dio la pauta y yo cerré los ojos e intenté hacer mi parte al volar. Te besé de nuevo. Tu saliva, tu boca: esa sonrisa que no alcancé a ver, tus labios. Tu presencia. Los ojos cerrados. La madrugada. El amanecer que no había llegado. Una eyaculación espiritual dentro de ti.
TUS LABIOS
DETRÁS DE NOSOTROS UN ÁRBOL
Detrás de nosotros un árbol. Nuestros cuerpos se buscaron. Sin pedir permiso, sin decir una sola palabra. Simplemente se encontraron. Atracción fantástica: mezcla de luz y de colores, de sensaciones y sonidos. Mezcla de aliento y de saliva. De locura y de nosotros. Detrás un árbol y nosotros volábamos. Su humedad era mía, mi cuerpo era suyo. Mi deseo fundido en palabras calladas, en silencio inocente. Laberinto incluido. Temblores, paciencia.
La penetré sin cuerpos, gemimos, gritamos. Un orgasmo. Sin cuerpos. Completo, pleno y perfecto. Dimos la bienvenida al sol. Dimos la bienvenida al aire. Hicimos el amor desesperadamente, nos hicimos falta, encontramos el balance perfecto de un instante y la eternidad. Nos besamos sin labios, nos devoramos sin saliva. Nos hicimos uno reinventando el sexo sin pudor. Sin cuerpos. Detrás de nosotros un árbol.
CINCO MINUTOS
No tardé más de un minuto en inventarte por primera vez. Tu imagen. Tu sonrisa.
Al segundo minuto te pensé a mi lado. Te convertiste en tinta. En palabras dibujando tu cuerpo.
Habían pasado tres minutos cuando mi cuerpo diagnosticaba mi deseo. Eras tú aquel fuego.
Sin darte cuenta, a los cuatro minutos me confesaste tu humedad.
Cinco minutos y dije hola, con mi lengua ya perdida entre tus piernas.
La distancia. Y yo tengo.