Sueños inocentes. Todo empieza por ahí: un anhelo y la imagen de tu cuerpo. Un recuerdo, claro, ese no puede faltar, por mínimo que parezca. Tu pecho contra el mío, mi abdomen contra el tuyo: tus pezones intentando llegar más allá de mi camisa y mi ombligo buscando acercarse más al tuyo. Casi a causa de un error perfecto siento la piel de tu cara, tu aroma avasallante. Mi cuerpo reacciona, y seguimos siendo un simple abrazo. Atención. Somos un abrazo. Eso es extraño, generalmente nos abrazamos, regalamos o recibimos un abrazo.
No. Esta vez es diferente. Somos un abrazo.
¡Público! ¡Atención! Me he convertido en un abrazo. Tengo tu cuerpo atado a mí enredado como tengo la memoria que te busca, que te encuentra sin buscarte. Enredado como tengo mis ideas que te desean a pesar de no deber hacerlo. Enredado como un solo cuerpo envuelto en una toalla al salir de la ducha, cubierto de la humedad y del refrescante calor. Nos convertimos en un abrazo.
Es ahí, justo ahí, donde descubro tu cuerpo.
Acto seguido, tu cuerpo. Tercera etapa en la metamorfosis que busca llegar a formar parte de ti. No estoy loco, ningún loco podría comprender la curva de tu cadera con sus manos, o el fuego entre tus piernas con su propia entrepierna. Ningún loco podría sentir la dureza de tu pecho desnudo, el calor de su sudor, la reacción de tus pezones al sentir la fuerza de mi lengua al explorarlos. Ningún loco reconocería el más mínimo detalle de tus respiración al volverse gemido, de tu aliento enredado en tu sudor, de tu sudor atado al mío. Ningún loco podría compartir su propia entrega en forma de una erección que lanza a un lado la ropa por sus propios medios. Ningún loco.
O solo un loco que te busca como se busca la prohibido.
Sueños inocentes. Todo termina ahí. En la entrega y la compenetración completa, en un orgasmo que son dos, en dos orgasmos que se suman en contra de las leyes matemáticas para convertirse en nada. En esa nada que termina siendo equivalente a todo. Ahí nos encontramos. Gritos sin sonido, sonido sin gritos, alaridos. Placer. Deseo buscando deseo, pidiendo deseo. Placer. Soñando con su propio placer. Con la descripción perfecta de un encuentro. Nos convertimos en orgasmo luego de ser abrazo. Te lleno de mí, llenas al tiempo mi boca con tu lengua.
Descubro que te pertenezco por completo.
Como quien conoce todo lo que está perdido, como quien anhela todo lo que poco a poco se escapa mientras el mar y su marea me arrancan para siempre y de golpe la vida.