UNA CIUDAD A MEDIA TARDE

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Una ciudad a media tarde. Revolcándose por aquello que ve y por aquello que siente, una ciudad que sabe todo, que se burla de aquellos que la intentan seducir con idioteces. Una ciudad que no cree en política, ni en fantasmas, una ciudad que entiende de laberintos y de muerte. Entiende de mentiras y de escándalos. Una ciudad que hierve y grita, que suda y ruega. Que nos habita, y que nos sonríe condescendientemente. Hipnotizada, ensimismada, liberada. Una ciudad de rodillas esperando algún amanecer que finalmente la bese.

Nuestra ciudad y nuestra mente. Somos seres inmersos en destinos y horizontes, en planetas y en hechizos. Nos revolcamos de dolor sin ir al cielo. Nos buscamos el infierno en las preguntas. Somos de ciudad y de destino. De horizonte mal venido y paraísos infiltrados. Nuestra ciudad llena de infiernos y aspirantes. De soledad y de guaridas. Ciudad de sexo, vida y sangre. De colores. Aromas. Melodías.

Una ciudad a media tarde que nos mira.

DE COLOR ARTIFICIAL

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Un regalo de luz escondida. Noche mezclada con paciencia. Colores enredados en un planeta que revive y sueña. Vuela bajo. Y sueña alto. Una ciudad que tiene noche como práctica. Crucigramas. Laberintos. Mundos en el mundo. Debilitados por la luna, por una oscuridad tan adornada como las mentiras. Tan perfumada como la muerte. Una ciudad vencida para demostrad que todavía puede bailar. Ese juego entre paciencia y egoísmo.
Besos en el laberinto. Espacios ocupados. Tonadas pasadas de moda que nos hacen creer en el ruido. Que nos hacen soportar la melancolía. Besos en un oscuro laberinto cubierto de paciencia y de color artificial.
¿Hay alguien en casa?