
La evolución del erotismo. La aceleración del morbo y de los paisajes escondidos de la sensualidad. La desinhibición del erotismo, del autoerotismo.
El desvelo de la desnudez.
Y después. El Twitter, el Facebook, el internet móvil, las cámaras en los celulares. Los días y las noches, las madrugadas, los secretos. La calentura y la distancia. Lo prohibido, lo riesgoso. Las pasiones.
La desvirtuada desnudez.
El discurso es el siguiente: pornografía y escena underground aparte, mantengamos este párrafo en mainstream: hace ochenta años, la desnudez era prohibida, escondida, estigmatizada y censurada. Es decir, deseada, erótica, excitante. Un simple asomo de piel femenina resultaba en un deseo arrebatado por parte de los caballeros, posiciones sugerentes, gestos atrevidos, cualquier demostración de sex appeal, resultaba insinuante. Pero años después, en los famosos sesenta, esto cambia, la desnudez se populariza, los trajes de baño se convierten en algo común, las películas muestran cuerpos, el mainstream recibe con asombrosa popularidad a la desnudez femenina en revistas y películas. Todavía con cierto estigma. Pero poco a poco, esta desnudez se cotiza menos, se vuelve más común, menos deseada, despierta menos morbo, la industria pornográfica crece, los cuerpos de portada y de pantalla se convierten en obras de arte de cirujanos plásticos. Se perfecciona una estética sintética de los cuerpos. Gimnasios, silicón, excesos. Voluptuosidad.
La desnudez deja de ser el objeto del deseo. Necesitamos encontrar el morbo de otras fuentes. Bienvenido el siglo XXI y la era del internet.
El siglo XXI avanza hasta llegar a las redes sociales.
Y con el sexo en las redes sociales nace una nueva era, el sexo virtual, desvirtuado, electrónico, el sexo digital. Seguro. Cómodo, capaz de acortar las distancias. Placentero, acumulable. Y lleno de morbo, del morbo de un nuevo tipo de sensualidad de la que nos habíamos olvidado por décadas: el erotismo, el morbo del cuerpo no perfecto, en la situación y posición no perfecto, el erotismo del cuerpo promedio, en una situación dada, pero natural, no inventada. Desconocidos con o sin cara gimiendo ante el video de un teléfono. Desconocidos o conocidos con una doble vida que tiene menos riesgos que los moteles, pero que muchas veces termina en ellos. El poder de la palabra y de la imagen, de la seducción de medio tiempo, el poder de inventarse a sí mismo y ser un personaje superior. Sin defectos. Sin vida propia.
Todo aparenta ser perfecto. Pero el cuerpo necesita cuerpo, la piel necesita piel. Seguimos buscando sudor, saliva, contacto, aliento, seguimos buscando con la lengua algún secreto de la humedad, pasa el tiempo y seguimos siendo humanos, lascivos, lúdicos, imperfectos. Listos para perderlo todo por culpa del fuego y la pasión. Por culpa de la carne.
¿Y dónde quedamos? ¿Cuáles son ahora las reglas del recato y la fidelidad? ¿Cuáles son las reglas del chantaje? ¿De qué depende la paz mental? ¿Dónde quedamos mientras agradecemos a los Steves Jobs de los cielos por sus cámaras portátiles y sus secretos para hacer travesuras? Surgen las preguntas, y el tentador encanto del internet se asoma por un monitor de alta definición. Hoy sí, es un hecho que la gente que compra Playboy lo hace por los artículos.
Para ver cuerpos desnudos mejor investigamos bien dónde encontrar las fotos de Scarlett Johansson, buscamos cachonderías en las redes sociales o simplemente abrimos la página gratis de pornografía de nuestra preferencia.
El morbo, la desnudez, el tacto y la locura del sexo cada vez van tomando un nuevo significado, tal vez como tener una cita de trabajo por Skype o tomar un café por FaceTime.
La era sociodigital está llena de secretos. Si esto es para bien o para mal depende absolutamente del enfoque.
¿Qué piensas? ¿Votarías a favor o en contra del sexo digital?