Me revuelco en la memoria para intentar descubrirte. Conocerte. Me revuelco en la memoria para encontrar una línea paralela a tu destino. Un instante que me regrese hasta tu cuerpo, que me permita sostenerte. Beberte. Besarte. Que me permita penetrarte sin paciencia, devorarte, asimilarte y ser de ti. Me revuelco en el dolor de la memoria para buscarte. Para desarmarte, desmenuzarte y entregarme. Para soñar que soñamos, para un atardecer egoísta. Para estar. Para ser, para fumar de tu locura.
Me revuelco en sueños rotos. En añicos de vasos y de copas. De vinos sin sabor y licores derrotados. En esquemas de sol y luna fracasados. Mi lengua te busca, mis manos te buscan, mis dedos te añoran. Mi instinto te añora. Mi aliento te grita. Mi orgasmo te sufre. ¡Por qué habré de convivir tanto con tu ausencia!
Me revuelco en la memoria para entregarme a tu dolor. Y qué más da si me he perdido. Me despido de tu cuerpo como cada amanecer. Somos uno. Seríamos uno. Somos nada. Y nos vamos de nosotros con el alma en blanco y la memoria llena. Con el filo de lo inútil en la espalda.
Me revuelco en el dolor para seguir siendo de ti.