DOLOR DE TI

Me revuelco en la memoria para intentar descubrirte. Conocerte. Me revuelco en la memoria para encontrar una línea paralela a tu destino. Un instante que me regrese hasta tu cuerpo, que me permita sostenerte. Beberte. Besarte. Que me permita penetrarte sin paciencia, devorarte, asimilarte y ser de ti. Me revuelco en el dolor de la memoria para buscarte. Para desarmarte, desmenuzarte y entregarme. Para soñar que soñamos, para un atardecer egoísta. Para estar. Para ser, para fumar de tu locura.

Me revuelco en sueños rotos. En añicos de vasos y de copas. De vinos sin sabor y licores derrotados. En esquemas de sol y luna fracasados. Mi lengua te busca, mis manos te buscan, mis dedos te añoran. Mi instinto te añora. Mi aliento te grita. Mi orgasmo te sufre. ¡Por qué habré de convivir tanto con tu ausencia!

Me revuelco en la memoria para entregarme a tu dolor. Y qué más da si me he perdido. Me despido de tu cuerpo como cada amanecer. Somos uno. Seríamos uno. Somos nada. Y nos vamos de nosotros con el alma en blanco y la memoria llena. Con el filo de lo inútil en la espalda.

Me revuelco en el dolor para seguir siendo de ti.

¿CÓMO EMPIEZA TU SÁBADO?

De nuevo. Encontrando en el primer cuadro del día un escrupuloso delirio que me lleva a escribir. Luego el café. Y de ahí la música. Todo esto acompañado de algunas poesías y revistas abiertas (digitales, por supuesto). Un artículo por aquí, un poema por allá, otro café. Xiayin Wang no deja de tocar el piano. Disfruto mi momento, ese que no comparto, disfruto de los sueños que dejé de soñar en la madrugada.

Lo importante no es solo sentir, sino desear. Disfruto del deseo, de la posibilidad del placer. Y todo, mientras escucho un poco de música un sábado por la mañana. Rodeado de letras y un par de tazas de café,

¿Qué más puedes pedir para un amanecer? ¿Hay alguna mejor forma de aprovechar el tiempo con uno mismo? Mañana me toca correr antes del ritual, tal vez en vez del ritual dando pie a uno distinto. Hoy, es solo esto. Y no quiero nada más.

¿Cómo es la mañana para ti?

MUY TEMPRANO

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Me gusta madrugar porque entiendo de silencio. Porque ese momento que precede al día me hace sentir paz. Antes del ruido de la ciudad, la ciudad me pertenece: vulnerable discreta. El amanecer es como la primera noche de una cortesana. Tímida, inquieta, sutil y sensual.
El amanecer es mi refugio y la casa de mis letras. Sueño, pero ya despierto. Vibro, pero ya con alas. Siento, pero dando vida a la poesía.
Me gusta madrugar porque todo lo decimos en baja, nos hablamos en voz baja, pensamos en voz baja. Me gusta leer muy temprano para aprovechar esa voz callada y dejar entrar a la voz de los libros.
Y también me gusta que sea la hora de irme a correr.

¿Tú madrugas?